Ya puestos a hacer el canelo, ¿por que no hacerlo a lo grande? Si había que confiar nuestras delicadas prendas textiles a una lavandería china, y con ello arriesgar la integridad de nuestros preciados gayumbos multicolor, ¿por que no ir directamente al núcleo de todo el asunto? Para comprobar la eficacia de las "chinese laundries", nos vimos en la obligación moral de acudir al barrio chino más grande del mundo, lugar donde canes y gatetes son devorados sin miramientos, y donde la cultura del lapo o gargajo callejero es practicada por el 98% de la población: el Chinatown de San Francisco.

La búsqueda del antro en cuestión no llevó más de 5 minutos; nada más pisar Chinatown nos encontramos con una atractiva y a la par repugnante lavandería que parecía no haber conocido una fregona desde su inauguración, probablemente allá por los años 60. El recibimiento no pudo ser más hostil; sin tan siquiera poner un pie en el local, el gerente de la tienda, de nombre Chung Hao, nos lanzó una amenazante mirada estilo Pat Morita, probablemente por la intensa sesión fotográfica a la que estábamos sometiendo a su local. Por favor, aprecien a tal sujeto en la siguiente instantánea, enfundado en una roída gorra blanca, en la penumbra y con aspecto de querer insertar un estrella ninja entre ceja y ceja a Mr.Munios.

Como medida de cautela ante posibles hostilidades, decidimos consultar la tabla de precios desde la misma calle. Bien, aquello era caro de cojones (2.50 dólares por unas buenas vueltas en la máquina), pero los gayumbos ya caminaban solos por la noche y necesitaban una buen repaso con jabón asiático o cualquier otro producto de eficacia contrastada.

Tras intensas deliberaciones Mr.Borx se rajó y en su lugar optó por el lujo norteamericano (lavado de ropa deluxe en el hotel a precio de auténtico oro líquido). Mr.Munios, en cambio, con un presupuesto que rozaba ya límites insospechadamente bajos, prefirió el enfrentamiento directo con el honorable Chung Hao y procedió con el prometido lavado gayumbil, con unos resultados francamente satisfactorios. Certificamos desde aquí la eficacia china en estos menesteres. No hay fotos del exitoso proceso de limpieza de palominos debido a la brutal serie de improperios y maldiciones chinas que recibimos por parte del sr. Chung Hao. La única instantánea que conseguimos, jugándonos el pescuezo y las pelotas, fue la de Mr. Munios entrando en el local en cuestión.

Como llegar: Imposible recordar la localización exacta del comercio del señor Hao, pero si os queréis fiar de nuestra pésima memoria yo optaría por Stockton Street con Jackson Street, en pleno corazón del Chinatown de San Francisco. De todas maneras todo el barrio está plagado de tugurios similares a este y con tenderos incluso con más mala hostia que el señor Hao.
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